La última vez que me hice un viaje sola fue en 2013 (de allí surgió este blog), en esa ocasión, además de incluir dos meses de estudios y de cambios de planes imprevistos, el viaje tuvo dos factores que lo hicieron un poco más fácil: contaba con un monto de dinero que podía que administrar a mi antojo y me iba a encontrar con mis amigos en algunos países.
Esta vez viajo a Bolivia y Perú sola, sin muchos recursos, con una carga emocional encima y admito que poca preparación (cosa que no ha sido problema en el pasado, pero que no deja de ser motivo de ansiedad).
Entre las investigaciones que he hecho, he encontrado miles de blogs de viajeros en pareja y solitarios, miles de mochileros que han abandonado todo para irse de viaje. Estas personas que narran con pasión sus experiencias, toman la ruta como su hogar, cargan mini-carpas para pernoctar en cualquier parte y ahorran de manera extraordinaria en estadías y comidas. Sus viajes duran meses y hasta años, suelen estar llenos de encuentros con otros de su misma "especie" y coinciden en que viajan porque está en la sangre, su excusa hace parte de la cultura y su historia personal.
Yo, no logro ser TAN extrema, es decir que aunque me ahorraré algunas noches durmiendo mientras viajo en bus (son recorridos de 12 horas), igual pagaré otras en hostales y algunos tours (aunque a veces no es tan bacano tomar este tipo de tours porque el tiempo depende de los demás...).
En otras palabras, mi viaje está crudo, pero tiene toda la expectativa de hacer lo que quiera en ese tiempo y de no depender de nadie más.
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