lunes, 24 de agosto de 2015

Un paseo por Bolivia y Perú - Primera Parte Bolivia

Introducción
¿Cómo no comenzar por agradecer a una serie de eventos inesperados que me llevó a realizar este increíble viaje por Sur América? Pues bien, gracias a mi ex, por romperme un poquito el corazón y darme el impulso para tomar decisiones sin pensar (volver a ser yo); gracias a Jonfa por ajustar mis planes a mis presupuestos; gracias a Naffy por mi tarot financiero; gracias a mi verano por no atreverse a cambiar mi destino.

El viaje fue cuadrado no tan estratégicamente al día siguiente de mi cumpleaños (el 8 de agosto), por lo que las celebraciones se iban a realizar dos días antes: la noche del 6 y 7 de agosto. Sin embargo, y como la vida es lo que pasa mientras la planeamos, no hubo ningún tipo de fiesta debido a que me torcí el pie caminando en tacones por Bogotá.
 
Así bien, llegó la madrugada del 9 de agosto partiendo la torta en la casa de Isa, con un pie hinchado y una cojera leve. El vuelo cuadrado a las 5 de la mañana exigía mi presencia en el aeropuerto desde las 3, por ello, luego de despachar a los invitados. Me cambié la pinta cumpleañera y salí directo al aeropuerto sin dormir.

Ahora sí:

Primera parada: El Alto
Legué al aeropuerto en Bogotá sin un dólar en el bolsillo, pero dispuesta a cambiar el efectivo que tenía y los pesos recibidos de regalo de cumpleaños. Así lo hice, para algunos esto significará que obtuve una tasa de cambio menos favorable, en mi caso (que no eran millones de pesos) la diferencia no fue tan alta, y me permitió, además cambiar pesos a soles.

Amanecí en el avión, con el sol sobre el ala

Mi primera perspectiva fue que tanto Perú como Bolivia 
son países áridos (quizá sea solo que viajé en una época seca) 

Después de una escala de una hora en Lima (de la cual solo tuve internet gratis durante 10 minutos - reglas del aeropuerto), salió mi avión rumbo a El Alto en Bolivia.
El Alto es una ciudad ubicada arriba de La Paz (literal), a unos 20 minutos en taxi, bastante famosa por "innovar" en su estética arquitectónica (esto lo supe gracias al artículo: La arquitectura esquizofrénica, que por casualidad había leído semanas antes de viajar). Así que en un arranque de euforia de recién llegada le pedí al taxista que me hiciera un recorrido por el alto para conocer esos edificios de los que ya había leído.
El resultado fueron las siguientes fotos (recomiendo leer el artículo antes de verlas para que tengan un poco más de sentido):














Así son los edificios por dentro
Datos curiosos acerca de El Alto: 
- Un millón de habitantes
- Ubicado a 4.070 metros sobre el nivel del mar
- Su centro es llamado La Ceja (dato que sirve para coger buses)

Camino a La Paz
Después de recorrer El Alto, mi taxista estrella tomó la vía rumbo a La Paz. Como El Alto es una especie de La Calera, el taxista me paró en el mirador para tener una primera mirada de la capital Boliviana.



Sí, parece Ciudad Bolívar. Pocos, muy pocos árboles, y construcciones sobre la montaña.
Mi destino de esa tarde era la terminal de buses para ir directamente a Uyuni. Así que seguí mi camino con el taxista quien me dejó muy bien ubicada y con instrucciones de llamarlo si lo necesitaba.
Me cobro un  montón por el tour, pero bueno, recién llegada aún no lograba calcular bien la tasa de cambio, ni cuanta plata estaba dispuesta a gastar.


Así, en el terminal compré el pasaje para Uyuni, que me costó 85 bolivianos (algo así como 45 mil pesos colombianos), pero como el viaje era a las 7 de la noche, aún tenía cuatro horas para recorrer la ciudad y almorzar.
Como seguía en shock y después del taxi no quería pagar más transportes, me monté en un Micro, un bus parecido a una chiva que costaba un boliviano (500 pesos), para ir a la línea amarilla del teleférico (que se supone es la más bonita porque está ubicada en la zona de gente de plata de la ciudad). A las 5 cuadras entré en pánico, tuve un rayo de razón que me dijo "loca, ¿y si te pierdes en La Paz?", así que me bajé, me comí un chicharrón carnudo callejero (grasoso pero sabroso) y caminé a la línea del teleférico más cercana que era la roja.

Les presento un Micro


La línea roja está ubicada en la antigua estación de trenes  





La línea roja termina en un mirador en El Alto (ya se, pude ahorrarme un montón de plata paseando en taxi). El ticket vale 4 bolivianos (2000 pesos) y vale la pena. Al volver a la estación descubrí una señal de internet que aproveche para dar señales de vida, menos mal lo hice porque después volví a tener señal hasta dos días después.

Segunda parada: Uyuni y el Salar de Uyuni 


Este reloj, es la insignia de Uyuni

El bus de Uyuni resultó ser de los baratos, con parada a mitad del viaje en un pueblo perdido y cobijas en vez de calefacción. Llegué a Uyuni a las 6 de la mañana con una temperatura de -9º centígrados, ¿la razón? El día anterior había habido una tormenta de viento/arena que bajó la temperatura.

Con mis pies congelados y sin sentir las manos caminé al hostal que había reservado (un error de principiante, es mejor viajar y buscar al llegar). Me ubicaron en una sala, en la cual me tocó hacer los ejercicios de hormiguita congelada para entrar en calor. Salí a la hora a aventurarme a buscar desayuno y un tour para ir al Salar.

Encontré un Shower and Breakfast (el primero en su clase que conocía), es decir un sitio en donde uno puede alquilar la ducha y solo venden desayunos. Ahí conocí a la primera persona del viaje, un inglés rasta llamado Josh, que mamado de tener la plata bajo el colchón, con pocas ganas de comprar casa y con toda la actitud de huir del trabajo decidió viajar por Sur América. Después del desayuno y desempolvar mi inglés salí a buscar un tour que se ajustara a mi tiempo y presupuesto.

Hay tres tipos de toures para el Salar de Uyuni: un día, dos días o tres días. Para los que saben el mejor es el de tres días, ya que el de dos días es una adaptación del de un día.

Yo hice el de dos y perdí mi estadía en el hostal, porque el plan completo incluye transporte, hotel y comida. Me costó 400 bolivianos, equivalentes a 200 mil pesos. Mis compañeros de tour eran cuatro israelitas, tres hombres y una mujer. Nuestro conductor y guía José.

El tour comienza en el cementerio de trenes, plan que casi me pierdo porque tenía la hora de mi reloj mal, en Bolivia debía aumentar una hora y yo no sabía, si me extraño la puntualidad de los bolivianos cada vez que llegaba a un sitio, lo que no sabía era que yo era la perdida.


El detalle de un tren. Intenté quitar uno de los tornillos
para usarlo de adorno en Guasca, se necesitan herramientas jajjajaj 
Después de los trenes se recorre el salar, enseñan el sitio del que sacan los ladrillos de sal, un hotel, sitios para comprar artesanías, y se almuerza en las banderas. En este salar además se lleva a cabo una de las carreras del Dakar.



Detalle del ladrillo de sal




Con May, la israelita


Con Meyson, uno de los israelitas
Luego del almuerzo, nos dedicamos a tomarnos las típicas fotos del Salar, es decir montajes aprovechando el paisaje.





El recorrido termina con un atardecer en colores increíbles. La dormida normalmente es en las faldas del volcán Coqueza, pero como nuestra agencia de viajes no hicieron la reserva tuvimos que buscar otra estadía en Tahua, un pueblo a 20 minutos.






Recorrer el salar de noche produce el mismo miedo que el saberse perdido en un desierto: la temperatura llegará a -0º en cualquier momento y si no encuentras el camino, perderse puede ser bastante traumático (sin gasolina, dos litros de agua entre seis, etc).
No obstante, llegamos en medio de una de las noches más estrelladas de mi vida a una casa tipo Villa de Leyva. Los israelitas (judíos) no comen nada que no sea preparado por ello, por eso al llegar se apropiaron de la cocina, cosa que para mí fue bastante conveniente, ya que cocinaron delicioso.



Al día siguiente uno tiene la opción de subir al volcán, pero ante las pocas ganas de madrugar todo quedó en planes, así que el tour continuó con la visita a unas momias Incas, para luego ir a un oasis de cactus en medio del salar.

La vista al despertar desde mi ventana 

Todo digno de pueblo perdido en el desierto 


Esta es la isla de los cactus 






Volví a Uyuni por la tarde. Para volver a La Paz, decidí aumentar el valor del tiquete y pagar 120 bolivianos, tener silla-cama y wifi un viaje de 12 horas mucho más cómodo que el de ida a Uyuni. Cambié un bus lechero a lo último en guarachas. 
Como la vida es tal cual, en la estación esperando el bus me habló un brasilero. Estoy aprendiendo sinceramente en que la vergüenza es solo para aquellos que esperan que las cosas les pasen sin esfuerzo. Felipe estaba terminando su viaje, pero antes iba a hacer la carretera de la muerte en La Paz, hablamos un rato y quedamos en tomarnos una cerveza en la capital, la verdad nunca sucedió, la razón ¡EL FRIO! 

Amanece en la nieve
Abrí los ojos y me encontré con un paisaje blanco. Mientras dormía había nevado. En El Alto aún nevada, pero al llegar a La Paz ya se había calmado. 

Vista desde el bus cuando desperté 
La conocida "enfermedad de altura" que no me había afectado hasta el momento, se hizo presente en La Paz. No obstante y luchando en contra el dolor de cabeza y malestar general, me fui para Tiahuanaco
Las vans (tal como lo explican todos los blogs de mochileros que me leí) se toman en el cementerio, pero para llegar a este punto puedes ir en un Micro (como el de arriba) o un taxi, dependiendo en el lugar de la ciudad que estés. La van vale 15 bolivianos. 

A medio camino nos detuvo la "Policía Caminera" 
Al llegar me emocionó más que el sitio en dónde se desarrolló una cultura pre-inca, fue conocer la nieve. 





La reconocida Puerta del Sol 
Las llamas en medio de la nieve
Al volver a La Paz conocí el centro de la ciudad, más bonito que las otras zonas en las que había estado, admito que llegué por casualidad, ya que me bajé de la van sintiéndome enferma sin saber en donde estaba parada y comencé a caminar buscando mi hostal. 

Catedral de San Francisco 
Calle del Comercio (peatonal)


Como todas las plazas al frente de los lugares de
administración nacional: llenos de ratas voladoras 

Casa presidencial (no vi a Evo) 

Si le ponen atención a la foto, al fondo verán el nevado de Illimani

En la noche  decidí afrontar mi "enfermedad de altura" con una cerveza Panceña.... No sirvió de nada, así que me fui a dormir. 


Respecto al brasilero, para que se ubiquen estábamos a tres dedos de distancia, así que nunca nos vimos. 


Titicaca y la fuente de la juventud  
Al día siguiente tomé un bus a Copacabana, la parte boliviana del Lago Titicaca. Me encantó Copacabana es un lugar medio hippie, tranquilo y la comida comienza a tener visos peruanos, así que recomiendo más este lado que Puno (parte del lago peruana). 
Para llegar a Copacabana es necesario cruzar por San Pedro de Tiquina, lugar en el que el bus debe pasar por ferry, mientras los turistas cruzamos por lancha. 





Después de Tiquina es media hora más hasta Copacabana, en donde compre un tiquete para ir a la Isla del Sol (la isla más grande del lago, la otra conocida es la de Uros que es flotante, nunca supe que significa eso), un viaje de cuatro horas más o menos incluyendo el barco de ida y vuelta y la caminata interna por los andenes incas. 





Los primeros 403 escalones incas que subí
en mi viaje, después llegaron 3000 más

Después de subir los escalones te espera una de las dos fuentes de la juventud que visité:

Lo se, cuando la vi me desilusioné...
pero tomé dos botellas de agua por si acaso


La isla de la luna se ve al fondo, al lado de la del sol

Ese fue mi último destino en Bolivia, este recorrido me lo hice con un abogado español (Carlos), adicto al trabajo y quien iba camino a La Paz para hacer la carretera de la muerte (bastante popular en bicicleta). Al volver de la Isla tomé un bus a Puno para pasar la noche allí y comenzar mi travesía peruana. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario